Marina (de Francia)


Muchos peregrinos se acordarán de su estancia en el albergue parroquial Sta María de Carrión de los Condes. Otros ya han pasado allí hace varios años y vuelven, algunos vienen porque se les ha dicho que este albergue era especial, muchos se van muy agradecidos ¿Por qué? Seguramente porque la acogida es sencilla y muy cariñosa, porque se habla de Dios simplemente pero con fuerza y convicción, porque la acogida es cristiana, son hermanas agustinas las que se ocupan del albergue así que no van a renegar lo que son en nombre de no sé qué laicidad ( es una ciudadana de la República francesa quien habla) o en nombre del respeto de la libertad del otro, tampoco van a dar grandes lecciones de teología al peregrino cansado de caminar, sólo van a testimoniar de lo que les anima, con sus gestos, sonrisas, palabras y escucha, porque lo relacionan todo con Dios, porque les recuerda sencillamente a los peregrinos aludiendo al poema de León Felipe que Dios es Amor y que camina con ellos, porque a través de esta misión, viven en el día a día concretamente el amor de Dios, lo encarnan, y sus vidas de oración y de sencillez les da las alas necesarias para hacerlo. Allí todos los peregrinos tienen la misma acogida, por la mañana, las hermanas y los hospitaleros se han esforzado en limpiar bien cada parte del albergue para que el peregrino se sienta a gusto después de tanto caminar ;  no hay privilegios ni diferencias hacia los que vienen, se propone un programa al peregrino y él escoge seguirlo o no, porque se escucha al peregrino que quiera compartir algo de su vida sin obligarle ni juzgarle. “Qué historia habrá tenido …, qué sufrimiento debe pasar…” dicen las hermanas, en ningún momento “ es que claro si hubiera hecho tal o tal cosa …no habría pasado tal  tal cosa “ Pero dicen “ Que sepas que rezaremos por ti, no te desanimes, hoy es muy tarde para hablar de este tema pero que sepas que no estás sólo en tu camino”. Porque se habla de Dios con sencillez, sí, pero con seriedad y no con fórmulas fáciles, rápidas, edulcoradas o azucaradas. Y a veces antes de hablar de Dios hay que dejar pasar un poco de tiempo para que la persona pueda recibirlo. Porque allí todos son iguales, peregrinos cansados del camino, felices de tener sitio en el albergue, felices con el mínimo gesto de acogida ( sonrisas, té frío y algo para picar al llegar, algunas palabras de bienvenida a pesar de las barreras lingüísticas). En el encuentro musical, es muy conmovedor ver el rostro de cada uno iluminarse con las diferentes canciones y ya que las sonrisas son contagiosas, las sonrisas se multiplican a lo largo del encuentro y son sinceras. Y es que quizás muchos no tienen la oportunidad de ver a diario religiosas felices y abiertas, porque se hacen una idea antigua de este tipo de vida. Con este encuentro musical, se dan cuenta de que se puede divertir con cosas tan sencillas como cantar juntos. La misa y la bendición del peregrino es un momento fuerte también. Por si habías dejado a Dios de un lado, El vuelve a ti otra vez a través de la palabra y de la eucaristía. La estrella de papel regalada por las hermanas le recuerda a cada peregrino que Dios es la luz en su camino, una luz verdadera, que no engaña y mucho más esencial que todas las luces que la sociedad de consumo quiere venderte como si fueran imprescindibles para existir. (Claro todo depende del sentido que se le da a la palabra “existir”, “vivir” … eso supone exigencias para vivir de verdad con intensidad y dignidad el don de la vida) Que esa luz, cada peregrino también puede compartirla con los que encontrará en el camino de la vida. Porque allí en la iglesia Sta María, poco importa que haya 40 o 80 o 100 peregrinos, todos recibirán personalmente la bendición de las manos del sacerdote porque allí no se mide el tiempo o el rendimiento/rentabilidad. Invitar a los peregrinos a comer juntos ofreciéndoles un primer plato e invitándoles a compartir lo que quieran después para la continuación con todos es algo que les gusta mucho también a los peregrinos. Porque es compartiendo un poco el pan y la vida de cada uno alrededor de una mesa  como se puede conocer más a la gente y vivir la fraternidad.
Y si hay peregrinos un poco ambiguos de por su comportamiento, se presta mucha atención claro pero sin empezar a imaginar lo peor y pintar un cuadro espantoso de las cosas y siempre viviendo con la confianza de que nada malo puede ocurrir.
Me ha encantado esta semana de hospitalera en el albergue, muchas gracias a Sor Amaya, Sor Marlene, Sor Mariann, Sor María del Prado, a Ana, a Catherine, a José María y el padre Julio por esta semana de fraternidad, amistad, alegría y oración. Espero poder volver pronto.
Marina (de Francia)

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